En una verdulería del Valle del Chubut, un hombre procede a llevarse un kilo de papas pero cuando llega a la caja a pagar el monto es superior a lo que puede pagar. Solo le alcanza para dos unidades del tubérculo, el propietario del negocio se apiada y le da el kilo a la voz de “lléveselo nomás” comentando posteriormente al periodista de NOVA -presente también para comprar- que esa acción “nos viene pasando desde hace dos semanas y tuvimos dos días que ingresaron personas, preguntaron los precios y se retiraron sin comprar. Esto es producto de los aumentos y que nos está matando”.
Tal acontecimiento doméstico de las últimas semanas que no solamente atraviesa la vida de los chubutenses sino de todos los argentinos nos hace retroceder efectivamente a principios del año 1989, un instante oscuro de la historia del país bajo la presidencia del radical, Raúl Alfonsín donde la devaluación del entonces Austral que era la moneda en la Argentina, pasó a darle protagonismo a la hiperinflación que devoró salarios, generó saqueos de supermercados y, llevó al adelantamiento del traspaso de mando del Gobierno nacional como los puntos centrales a recordar.
También en esa época la pobreza tuvo un récord de 47,5 por ciento en el mes de octubre del mismo año que se complementó con una “remarcada de precios” por semana de los comestibles esenciales para la alimentación de los ciudadanos.
Vale recalcar que la inflación siempre es reconocida como el crecimiento generalizado del nivel de precios de la economía de un país sin posibilidad de controlarse.
Segunda parte
Como si la crisis desatada en 1989 no fue suficiente, en el año 2001 la historia volvió a repetirse potenciada por un revuelta popular que ocupó las calles de las grandes ciudades bajo el lema “Qué se vayan todos!” apuntado a la clase política.
Esa crisis económica social donde el fuerte aumento de precios, los salarios estancados y en algunos casos con pago en bonos, provocó la renuncia del entonces presidente de la Argentina, Fernando de la Rúa.
Durante los cuatro días de protestas callejeras, fueron asesinadas por agentes de seguridad del Estado y privados 39 personas.
No hay que dejar de lado que el desencadenante de la situación trágica fue la imposición del “Corralito”, el 2 de diciembre de 2001, que disponía de parte del gobierno la restricción de la extracción de dinero en efectivo de los bancos, diseñada por el entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo que impactó sobre todo en la clase baja, mayormente no bancarizada.
La tercera
Y en el presente y ante algunos intentos de saqueos en Neuquén, Rosario (Santa Fe) y otros saqueos realizados en Mendoza y Córdoba el oscuro pasado de incertidumbre vuelve a ser protagonista por más que una vocera gubernamental lo intente minimizar como también ocurre con el actual Presidente de la Nación.
Realmente la historia del fracaso está en su tercera parte, triste parte que nos demuestra una realidad que vive rodeada de crisis, donde la gente de a pie no aguanta más el aumento de los precios constantes de la canasta básica y que no quiere ser considerada pobre. Mientras tanto sigue esperando que algo distinto aparezca y por lo menos brinde las soluciones concretas.
Es un tiempo difícil donde los discursos ya no tienen lugar y donde las propuestas tienen que tener fundamentos claros y creíbles.
A 40 años del retorno a la democracia, parece que no se aprendió nada en cuestiones de bienestar del ciudadano y del progreso de un país que está cada vez peor.