Perfiles Urbanos
Exclusivo de NOVA

De Trelew a Londres: Amparo Saenz y una brillante carrera en neurocirugía pediátrica

Amparo Saenz formó parte del equipo que realizó una cirugía exitosa de separación de gemelos craneópagos.
Amparo en el quirófano junto a Noor Ul Owase Jeelani, fundador de Gemini Untwined, la ONG que realiza este tipo de operaciones.
Su familia, compuesta por sus padres, sus dos hermanas y su hermano, representan un punto de apoyo importante en su vida.
Amparo junto a su pareja, a quien considera uno de los pilares que equilibran su vida personal con su desarrollo como profesional.
Uno de sus sueños es, algún día, regresar a la Patagonia y poder aportar a la región sus conocimientos.

Amparo Saenz (en Instagram, @neuro.amparo, su perfil profesional de divulgación sobre patologías de neurocirugía pediátrica) nació en Trelew, Chubut, donde vivió y estudió hasta los 17 años, momento en que migraría a Buenos Aires para comenzar a dar sus primeros pasos en la carrera de Medicina. Estudió en la Facultad del Hospital Italiano y posteriormente realizó la residencia en Neurocirugía Pediátrica en el Hospital Garrahan.

Tras terminar la Jefatura de Residencias en el Garrahan, Amparo aplicaría para un fellowship - una formación específica o subespecialidad - en Neurocirugía Pediátrica en el Great Ormond Street Hospital for Children de Londres, Inglaterra (el primer centro de atención pediátrica especializada en dicho país y, actualmente, el de mayor importancia) en lo que sería un movimiento arriesgado dado que, previo a su aplicación, la institución no había aceptado nunca a una persona latinoamericana, “yo sabía que iba a ser muy difícil” comenta Amparo en diálogo exclusivo con NOVA, y agrega contenta que “por suerte me eligieron”, dando entonces inicio, al cruzar el charco, a un proceso de profesionalización mucho más profundo.

“Lo que me impulsó a emigrar fue que quería especializarme un poco más, y quería tener otras oportunidades. A veces lo que pasa en Argentina es que, como uno está peleando por otras cosas, las prioridades son otras” nos dice en relación al viaje que debió emprender y agrega que “quería quizás mudarme a un país donde las prioridades sean un poco más diferentes, donde cosas como la investigación y la parte más académica sean una prioridad, por eso fue que me mude”.

“La medicina es una profesión muy difícil, y es aún más difícil en un país como Argentina” explica ahondando en sus recuerdos profesionales pre migratorios: “Yo estuve trabajando en Buenos Aires en la pandemia y fue terrible. Fue terrible todo, el trato de los médicos desde la parte del Estado después de haber estado trabajando sin parar, de habernos sacado a todos las vacaciones, de habernos expuesto a trabajar de esa manera sin darnos las protecciones que necesitábamos - como por ejemplo las vacunas -, pero sí dándoselas a personas que quizás no estaban en el nivel de riesgo que estábamos nosotros, creo que esto me empujó un poco a irme de Argentina”

Sin embargo, no es su intención apagar las esperanzas de las personas que estudian dicha carrera en el país, ni mucho menos desalentarlos a seguir intentándolo, procura ser clara en la línea de los motivos que resultaron móviles para ella a la hora de tomar la difícil decisión de emigrar a un lugar tan lejano y aclara que la medicina, en términos generales, “es una profesión muy sacrificada, que si realmente es tu pasión seguí adelante. Yo siempre lo digo porque no hay nada mejor que hacer lo que uno ama, pero si estas entre esa y otra quizás, elegí otra porque no es para todos, es difícil”.

No sólo fue aceptada para realizar aquella primera subespecialidad en Londres en uno de los hospitales pediátricos más reconocidos a nivel mundial, sino que la misma institución le ofreció aplicar para dos más, consecutivas y, en todos los casos, orientadas directamente al área pediátrica. Ahora, aún en el reconocido centro de salud, ha iniciado un Doctorado en Medicina que durará 3 años.

No falta, tanto de quienes practican la medicina como de los que no, aquella declaración popular que con diferentes palabras y tonos refiere a la incapacidad que uno mismo poseería para abordar la dificultad de trabajar con infantes en espacios de tanta vulnerabilidad para ellos y las familias, y la responsabilidad abismal que hay sobre los profesionales. Amparo, sin embargo y con la vocación que los profesionales en su área suelen cargar como impronta, difiere: “Yo no encuentro ningún desafío en trabajar con niños, para mi es pura satisfacción todo. Desde el momento en que me levanto a la mañana y veo al primer paciente, hasta el momento en el que me voy del hospital, para mí es un placer”.

Profundiza con objetividad y mucho raciocinio sobre su profesión que “cosas tristes pasan todo el tiempo, hay pacientes que tienen enfermedades muy graves y esos son momentos tristes, pero eso también es parte de la vida. Uno no puede, si elige medicina, pensar que todo va a ser color de rosa y todo va a ser espectacular” pero agrega, con ternura en los modos, que sin embargo “los momentos buenos de trabajar con chicos, son muy buenos. O sea, la energía, el ambiente, la gente que los rodea, los pacientes, todo es alegría, todo es felicidad. Aún en los momentos tristes, en los momentos no tan buenos, todo está rodeado de un aura de magia que a mí me encanta”.

No sorprende entonces que Amparo pueda encontrar un punto en que tanto la seriedad de la emoción humana como la humanidad de la profesión, se entrelacen para crear en ella un equilibrio en su identidad: “La razón por la que elegí Neurocirugía Pediátrica es porque me gusta más la persona que yo soy, y la profesional que yo soy, cuando estoy tratando pacientes pediátricos” explica a NOVA en relación a los motivos que la empujaron a una especialidad tan delicada en una carrera sobre la que agrega: “Creo que a veces uno como médico no puede evitar poner barreras como para que las cosas que uno hace todos los días no te afecten tanto” y reflexiona que, en su caso particular, en algún momento “me di cuenta que para mi esas barreras eran muy difíciles de poner cuando estaba al frente de pacientes pediátricos. Y me gusta la persona que soy cuando pongo menos esas barreras y cuando dejo que las emociones, los sentimientos, la conexión, fluya entre mis pacientes y yo”.

La neurocirujana pediátrica es plenamente consciente del preconcepto que existe respecto a la relación entre la imagen del médico serio y aplicado, y el carácter formal y de tomar distancia para con los pacientes, haciendo uso de sus propias palabras: “Esa idea de que tu cirujano tiene que ser alguien distante, que no sonríe, que no muestra emociones. No sé, esa concepción extraña de que tiene que ser alguien de ese estilo para ser buen cirujano, para mí es un error gigante. Y he visto a grandes cirujanos ser así y pensé ‘yo nunca quiero ser esa persona’”.

Y es que, en su discurso general y en la labor humanitaria que realiza aplicando sus conocimientos, se puede entrever que para ella “las emociones juegan un rol muy importante y hay que dejar de verlas como algo negativo” y posteriormente, explica que “por eso yo me siento cómoda trabajando con chicos, porque es mucho más difícil ser así cuando trabajas con chicos. Yo quiero demostrar emociones, yo quiero que el paciente sienta esa conexión, yo quiero que se sientan contenidos, que se sientan escuchados, que sientan que cuando ellos están contentos yo estoy contenta, y cuando ellos están tristes a mi me pone triste. Porque me parece que eso es parte de ser humano, y no tiene que en ningún momento sentir que eso es algo malo”.

En el último tiempo, el nombre y el rostro de la chubutense comenzó a ganar relevancia por haber participado de una cirugía exitosa que, informalmente, es conocida como separación de siameses. En su caso particular, fue realizada sobre lo que se denomina “gemelos craneópagos”, dos niños independientes que están conectados entre sí con cráneos fusionados, cerebros entrelazados y vasos sanguíneos compartidos: “La experiencia me dejó algo que me encanta, que es conocer diferentes culturas, diferentes formas de ser, diferentes formas de expresarse, pero también darme cuenta de que en el fondo todos somos iguales” comenta a NOVA, en relación a lo que mayor impacto le dejó como profesional y como persona.

“Como cirujano poder ser parte de una cirugía como esta, que tan pocas personas en el mundo tienen la experiencia de participar, fue increíble. Pero no solo eso, a mi me gusta mucho el concepto de Gemini” dice Amparo introduciéndonos un poco a la organización detrás del proceso, y agrega que “la idea de Gemini, lo que significa, es algo que a mí me gusta y me emociona mucho ser parte”.

Gemini Untwined es una organización no gubernamental fundada en el año 2018 por Noor Ul Owase Jeelani, un destacado neurocirujano a quien Amparo menciona como su mentor. La organización está asociada con algunos de los centros pediátricos de mayor reconocimiento en el mundo para la realización de cirugías que salvan la vida de gemelos craneópagos, para promover la equidad y el acceso a la salud global, permitiendo no solo el tratamiento de niños que de otra forma no podrían costearlo, sino que también a la capacitación de equipos médicos de todo el mundo.

Amparo logra equilibrar su vida personal con su vida profesional gracias, no solo a su propio esfuerzo, sino que por la contención que su entorno le provee: “Yo tuve la suerte y la inteligencia de elegir una pareja que es un ser increíble, que me apoya incondicionalmente, que me empuja para que consiga más, para que vaya más adelante, para que sea la mejor en lo que quiera ser” reconoce al hablar del punto medio entre el mundo de la neurocirujana y la persona que es, y explica que “en el momento en el que me salió hacer lo del fellow, decidió dejar todo y acompañarme. Y yo no creo que eso le pase a muchas mujeres, así que yo creo que la clave de poder tener una vida personal con la cantidad de trabajo que yo hago se basa 100 por ciento en la persona que tengo al lado, del increíble compañero que es”.

No solo habla con muchísimo cariño y agradecimiento de la persona que la acompaña en Reino Unido, en términos generales expresa: “La verdad que me encanta pasar tiempo con mi familia, soy muy familiera” y agrega: “Por más que ahora este bastante sola acá, sin familia en la cercanía inmediata, me encanta”.

La familia de Amparo se conforma por su padre - ingeniero agrónomo -, su madre - periodista que decidió dedicarse a ser ama de casa y criar a sus hijos -, dos hermanas y un hermano. Su configuración familiar no solo fue proveedora de un apoyo incondicional por su pasión, sino que también el primer espacio de enseñanzas para la vida general desde la ejemplificación activa: “Lo que me enseñaron mis papas es un gran amor por lo que hacen, porque mi papá es la persona más trabajadora y más apasionada por su trabajo que yo conocí en mi vida, y mi mamá es una persona que decidió quedarse criando a sus hijos y es la persona más feliz del mundo con esa elección” y reflexiona que es ese ambiente lo que la impulsó a perseguir no solo su carrera sino que una forma de encarar la vida, dado que “lo que yo vi creciendo fue a dos personas muy felices de las elecciones que tomaron en la vida, entonces siempre dije ‘yo tengo que ir por ahí, tengo que levantarme todas las mañanas y, con las cosas buenas y malas que pasan en la vida, elegir algo que me haga feliz’”.

Amparo se hizo cargo de sus propios deseos y persiguió aquel “algo que me haga feliz” que sabía que merecía y, comenta que no le fue difícil descubrirlo, aunque no pueda explicar los motivos: “Para mí, eso fue medicina. Lo supe siempre, no sé de dónde salió, no sé por qué, pero siempre lo supe; y ellos siempre me apoyaron para seguir mi pasión, se los agradezco mucho.” Al preguntarle por otros intereses fue directa, no dudó y respondió con seguridad que “la otra pasión que tengo es cocinar, es algo que me encanta, me fascina. Yo creo que si no hubiese sido cirujana, habría sido chef” y, pensativa, suma que también va al gimnasio y que comenzó a jugar al pádel; sin embargo - entre risas - acota que “luego bueno, hago muchas cosas relacionadas con la medicina”.

Respecto a lo que depara el futuro, sabe a ciencia cierta que los siguientes 3 años va a continuar en Londres dado que el doctorado que está realizando implica un contrato por dicha cantidad de tiempo; pero no acota su visión en lo personal y lo profesional a solamente habitar el presente, sino que siempre proyectó un poco para el futuro: “Después la verdad que no sé qué voy a hacer. Siempre fue un sueño mío volver a Argentina, sobre todo volver a la Patagonia, y quizás poder ofrecer todo esto que aprendí en los últimos años a la gente y a los pacientes de la zona, que sé que lo necesita”, comenta como muchos profesionales de Chubut que han migrado para realizar sus estudios.

Como estos cientos de miles de personas que anhelan la posibilidad de ejercer no sólo en sus tierras de origen sino que para la propia comunidad - que carece de recursos por la disposición geográfica que se hace en el país de la oferta en relación a la demanda -, la chubutense tiene claro dónde están flojos los nudos y a dónde deberían dirigirse los esfuerzos: “No es porque no haya buenos médicos ahora, pero creo que la medicina está muy centralizada en Argentina, que no debería ser así y que no tiene por qué ser así si nosotros le ofrecemos buenas oportunidades a los profesionales, e invertimos en salud”.

Propone, respecto al sueño que tiene, que lo ideal sería “hacer distintos focos de buena salud, para que la gente no tenga que estar viajando 1500 kilómetros cada vez que le pasa algo”, es decir, globalizar el acceso a la salud en estos espacios no sólo por la distancia, sino que por las herramientas de las que muchos carecen para realizar esa magnitud de gastos y movimiento, y concluye que “eso sería un sueño para mí. No sé, tengo que ver qué pasa en estos 3 años; pero es algo que nunca deja de estar en mi mente, hacer eso en el futuro”.

Finalmente, al llegar al cierre de la entrevista, desde NOVA propusimos abrir un espacio de reflexión para que Amparo Saenz pudiera compartir sus pensamientos de una forma más directa con la comunidad, los lectores o para quien ella lo desease, por lo que en principio nos explicó: “Yo estoy cumpliendo mi sueño ahora, así que creo que todos pueden hacerlo. Muchas veces pensé que no, que no se iba a poder; y muchas veces me dijeron que no, pero yo seguí para adelante, sin dejar que nadie me tire para abajo”. A quien lea sus palabras en términos generales quiso expresarles el deseo de que “sepan que no importa de dónde vengas, no importa si sos mujer, si sos hombre, si venís de un pueblo chiquito o grande, si tenés experiencia o no, si tenés contactos o no. Todo en la vida lo podés lograr con esfuerzo, dedicación y paciencia” y amplía con esperanza y de forma determinada: “No hay ni sueños muy grandes ni sueños muy chicos”.

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