Perfiles Urbanos
Exclusivo de NOVA

Francisco Fernández: el artista trelewense que transforma su hogar en un taller de creatividad sin fronteras

Pancho dedica la mayor parte de su tiempo al arte visual y plástico desde muy temprana edad.
“Siento que esté donde esté, si no me hago cargo de lo que quiero hacer como artista, no va a suceder”.
Siempre inmerso en la creación, sin importar dónde esté.
“Estando en Chubut me atrapan mucho los paisajes rurales del valle, el mar, los cielos, algunas situaciones cotidianas”.
Entre lienzos y pinceles, transforma su entorno en arte desde el hogar.
“Le dedico la mayor parte de mi tiempo no solo a la pintura, que es mi lugar favorito, sino también al dibujo, la escultura, el grabado”.
El arte se extiende más allá de lo físico, trascendiendo el espacio para plasmar la pasión.
“Si se le presta atención y dejamos que nos atraviese, el arte puede transformar la vida de cualquier persona, ya seas creador o espectador”.

Francisco Fernández (@fran.faf en Instagram, donde muestra sus producciones), oriundo e instalado actualmente en la ciudad de Trelew, dedica la mayor parte de su tiempo al arte visual y plástico desde hace ya 12 años. Aquellos que lo conocen no sólo poseen el privilegio de llamarlo “Pancho”, sino que lo ubican mentalmente en un espacio único, rodeado de elementos preparados y expectantes de ser utilizados en cualquier superficie que se preste de medio para sus ideas.

Su vínculo con el arte no se remonta al tiempo que lleva dedicándose al mismo, los indicios ya eran notables a temprana edad: “Tengo recuerdos de cuando tenía 5 años y copiaba la tapa de un cuento que teníamos en casa, copiaba dibujos que veía en figuritas, o revistas” comenta a NOVA y agrega que el transcurso del tiempo no logró detener la curiosidad que ese mundo de expresión le generaba, creciendo “ inventaba historietas, hacía casas en cajas, jugaba con el barro”.

Su paso por la secundaria, movilizado por dicho interés, era algo de lo que no sólo él era consciente, sino que ya comenzaba a ser obvio para la mirada ajena. Como algo más inocente que la posibilidad a futuro de dedicarse a esto, Francisco explica que “en la secundaria me iba bien en plástica y recuerdo que algunos compañeros me pedían ayuda para dibujar los ejercicios”. Serían los amigos propios de dicha etapa los que le aconsejarían, al menos, involucrarse en ese mundo de una forma más profesional. Y así es que emprendió el viaje a Buenos Aires para estudiar arte y se definió el camino que quería seguir: “Desde ese entonces le dedico la mayor parte de mi tiempo no solo a la pintura, que es mi lugar favorito, sino también al dibujo, la escultura, el grabado” , asevera.

El recuerdo que Francisco guarda de la provincia de Buenos Aires está marcado a fuego por la función artística que el espacio geográfico le permitió desarrollar, “andar por la calle ya es inspirador” comenta en referencia a los lugares que más transitó, Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la ciudad de La Plata - donde se formó -: “Hay mucho arte urbano, música, murales. También hay más ofertas de galerías, centros culturales. Hay mucha actividad, en comparación con Trelew”.

El regreso a la ciudad de orígen representa muchas veces un punto de inflexión para aquellos que emprenden el camino de vuelta, ya sea por el trabajo físico que implica el tramo - para nada corto - de este tipo de migración, como por el peso psicológico que tiene el dejar atrás, una vez más, lo que uno siente que construyó; el volver a empezar de nuevo una vez más, pero con la tranquilidad de que uno vuelve al abrazo del primer hogar. Para aquellas personas que, además de poseer la definición de ser humano, cargan con la mirada del artista, el movimiento se convierte no solo en expresión del sentir del momento, sino que en la necesidad de poder crear algo significativo - al menos para uno mismo -, de dejar una pequeña huella del nuevo acto en la obra y honrar aquel que culminó.

Francisco regresó a Trelew a fines de 2018, directamente movilizado por la idea de iniciar un nuevo proyecto con Seba, un amigo de la secundaria, aquella de la que hablábamos como piedra fundamental en el nacimiento del deseo: “Se llamó Pueblo Chico” revela y agrega que este proyecto le brindó la posibilidad de “conocer a otros artistas de la zona, trabajar y aprender mucho”. Toda la conversación que mantuvimos con Francisco rodeó no solo la idea del arte como medio de expresión general, sino que el deseo de aprender, de compartir y de enseñar como guías, del transformarse - y al propio arte - no solo en pos del desarrollo personal, sino que de crecer en los espacios colectivos que permiten mirar también con los ojos del otro.

El mundo del arte visual y plástico siempre estuvo relegado, por un lado, a reproducirse entre aquellos que lo viven como el relato más profundo de su sentir por el placer que les produce desenvolverse en él y, por el otro, a vivir en los permisos otorgados por las clases elitistas que lo definen a partir del consumo y que poseen los medios para generar consenso en las normas de su desempeño. Más allá de los medios económicos, o de lo particular de la movida artística, en Buenos Aires - nacidos sus espacios del intercambio propio entre clases sociales, ideologías y un abanico de lugares de procedencia de sus actores más que amplio -, el hecho de que la posibilidad de ser visto, de ser oído, de aprender y de enseñar, siga relegado a un pedazo de tierra tan lejano para algunos, plantea bases difíciles de sortear cuando uno se encuentra con el deber de moverse, una vez más, a otros paisajes tan diferentes: “Estando en Trelew me siento bien, aunque me gustaría que sucedan más cosas” dice “Pancho” en consonancia con dicho sentir.

“Siento que esté donde esté, si no me hago cargo de lo que quiero hacer como artista, no va a suceder” declara con la seriedad de quien posee la certeza de que aquello en lo que se desempeña es mucho más que un hobbie o una pasión, y suma: “Tuve suerte de que en distintas ocasiones gestioné, a veces solo o en equipo, eventos artísticos, ferias, juntadas de dibujo que reunían a un público diverso”.

Francisco confiesa que ser el creador de este tipo de eventos es algo que le gusta, pero que la inversión que muchas veces implica no es algo sencillo de resolver, y menos cuando no hay un aval institucional o al menos desde un espacio como el municipal para convocar un público que invierta en la propuesta: “Claro que es motivante si el contexto acompaña. Es importante que haya más espacios para expresarse y generar todo tipo de ofertas”. Respecto a la existencia de un interés creciente en la zona, asegura que cree que lo hay aunque sin poder dar precisiones de la realidad “porque no estoy enterado de todo lo que sucede, pero sé que hay lugares y personas muy activas realizando y generando actividad artística en Trelew”.

“Creo que Trelew necesita inversión en cultura y apertura a nuevas propuestas, ya sean únicamente artísticas, o integrando el arte a otros rubros” comenta en relación a las necesidades que la comunidad posee en tanto al desarrollo artístico y justifica que “siempre hay ganas tanto de hacer como de espectar”, aunque advierte que la dificultad general es sostener en el tiempo las actividades que se quieren llevar a cabo, ya que resulta primordial remarcar que “hay que tener en cuenta que los resultados no son inmediatos”.

En línea con la idea del compromiso que implica llevar a cabo espacios de formación y desarrollo y, con la idea de que la iniciativa es el primer paso para la convocatoria, Francisco comenzó a impartir talleres hace algunos años y lo considera una experiencia positiva: “Me lleva a un estado más activo, lúdico y de investigación”, y agrega que su desafío “es cómo comunicar todo esto a quienes vengan” y “que se genere un clima agradable”. El contacto con las personas que concurren a sus talleres funciona como un espacio de nutrición artística y personal, tanto para quien busca aprender como para su desarrollo en la enseñanza, “se aprende en grupo” concluiría al respecto.

El espacio geográfico, los paisajes, la cultura propia del entorno chubutense juega también un rol en las escenas que Francisco interpreta, reconoce que de alguna forma todo lo que realiza está atravesado por lo que ve, lo que piensa y lo que siente: “Estando en Chubut me atrapan mucho los paisajes rurales del valle, el mar, los cielos, algunas situaciones cotidianas”, confiesa sobre su obra actual y realiza comparaciones con aquellas que datan de un tiempo pasado, “en Buenos Aires hice muchos dibujos de paisajes urbanos, y aparecían más personas en las obras”.

El entorno social que lo rodea, en Chubut o en Buenos Aires, también juega un papel aunque de manera más simbólica, dado que el retrato no juega un rol principal en sus creaciones, comenta haber realizado algunos retratos de sus amistades y que le gustaría poder ahondar más en eso, sin embargo, explica también que “sin dudas hay un vínculo, por más que no esté explícito en una obra, o no esté siendo consciente de eso, siempre represento mi contexto de alguna manera”.

Respecto a su estilo, Francisco se reconoce un poco “mutante” en términos generales: “Creo que tengo etapas. Por momentos hay algunas temáticas que perduran y pasan por esas etapas, y eso genera una sensación de identidad o estilo tal vez”, reflexiona y agrega que, a veces, “un tema lo llevo por varias técnicas: de dibujo, pintura, grabado. Suelen ser personajes en situaciones cotidianas o mundos raros, también autorretratos o paisajes pintados al aire libre, observando el momento”.

La posibilidad de seguir desempeñándose en el arte, de no dejar de crear y de brindar un espacio de formación para la comunidad, tiene relación directa - muchas veces - con los medios a los que se puede acceder a partir de las propias obras, y vivir del arte nunca fue sencillo para aquellos que no nacieron en familias de clases sociales altas, con las agendas colmadas de contactos en dicho mundillo: “En vender está el desafío, y en ponerle precio a esa obra”, comenta Francisco a NOVA, y explica que lo complicado no solo es encontrar el sujeto correcto a la hora de valorar un objeto tan simbólico como tangible, sino que incluso representa un desafío el poder adaptar el precio de la obra a los valores de una actualidad que corre en dirección contraria a la estabilidad.

La falta de estabilidad económica en el país representa una dificultad a la hora de encontrar un público objetivo para la adquisición de obras, dado que muchas veces se pone al arte a la altura del resto de “lujitos” que el ser social argentino puede darse. Es complejo encontrar gente que lo valore por encima del gusto casual que uno puede darse, primero que nada por la falta de exposición temprana al valor simbólico y económico del arte, y luego por la idea que se ha impuesto socialmente, a nivel mundial, de que el lujo está atravesado por un consumo veloz y efímero, diseñado para ser observado por el ojo ajeno, en lugar de la adquisición como método de salvaguardar el arte. ¿Cuál es realmente la diferencia entre comprar una obra de arte o salir a cenar a un lugar caro e instagrameable?¿Cuál es la diferencia entre adquirir un obra de un artista local o mandarse a traer una silla de diseño de otra provincia que fue posteada por algún famoso en la red de los pines y los tableros?

“Es un desafío personal, que cada vez que se concreta es un paso más para seguir haciendo esto que me gusta” comenta “Pancho” con convicción, suma que también “hay personas que me han vuelto a comprar cuadros en diferentes tiempos” y que la posibilidad de la reincidencia en los compradores “genera confianza. Me sorprende cada vez que alguien quiere tener un cuadro mío en su casa. Cuando vendo algo me sorprende porque, que alguien quiera tener algo mío en su casa, que logre identificarse con eso o le termine gustando por algún motivo, es un privilegio en algún punto que me hace sentir muy bien”.

No es en sí la ganancia lo que moviliza la realización de la obra, dado que “no hago los cuadros pensando en venderlos, eso es algo que viene después”. Tampoco existe una guía de precios que permita fijar el valor de las obras, por eso Francisco intenta acercarse a la posibilidad de lo cotidiano, de cuánto uno gasta en el día a día, de las boletas de los servicios e, incluso, confiesa haber fijado valores alrededor de lo que puede salir una compra semanal en la verdulería; por que lo importante es eso, que la posibilidad de adquirir una obra no sea un lujo de la elite, sino que una probabilidad alcanzable para cualquier miembro de la comunidad: “Si se le presta atención y dejamos que nos atraviese, el arte puede transformar la vida de cualquier persona, ya seas creador o espectador”.

Ni la vida entera pasa por el arte, ni el arte pasa enteramente por martirizar la obra de la vida, “Pancho” toca instrumentos, disfruta de cocinar y realiza con cierto intervalo de tiempo, deportes como el pádel y la escalada deportiva - ya que son actividades, ante todo, caras económicamente -. Su relación con el arte también muta con el tiempo: “Me ha pasado que me muestren o ver obras de otros artistas años atrás y no entenderlas, no me transmitían nada, y ahora cuando las vuelvo a ver, me llegan de otra manera. O a la inversa, de que algo ya no me interese”.

Actualmente, la realización de los talleres de dibujo y grabado, sumado a las ventas de sus obras, permiten a Francisco continuar ejerciendo como artista y, en simultáneo, dar una mano a su casa, donde vive con su madre y uno de sus dos hermanos. Uno de sus sueños para el futuro es poseer una estabilidad económica que le permita seguir dedicándose al arte, a crearlo e impartirlo, “no importa si es en Trelew o en otro lado”. Confiesa también que es un proyecto a futuro el poder tener un espacio propio, para continuar dando talleres y gestionando muestras, aunque en la actualidad “los valores de servicios y alquileres hacen que sea difícil realizarlo”.

Francisco dejó claro, de forma explícita, que si desea que algo se realice sabe que será él mismo el encargado de mover los hilos del destino. Confiesa que, a lo largo de los doce años de trabajo y dedicación completa al arte, pudo aprender de algunos resultados que la única forma de lograr lo que se propone es, simplemente, seguir adelante. Que si no se cumple el deseo tal cual lo formuló, al menos se podrá transformar en uno nuevo, que le permita abrir nuevas puertas para crear, reflexionar y mostrar al mundo un poco de su forma de verlo, ya que, en sus palabras “el arte es una buena herramienta para entender algo o entendernos a nosotros mismos”.

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